4/6/10

El trujamán

Me gusta la palabra ‘trujamán’. Un trujamán no es un traductor de textos, propiamente hablando, pero tiene que mucho que ver. Era, antiguamente, un intérprete (de lenguas). También, según María Moliner, 2. Persona experimentada que aconsejaba a otras en los negocios e intervenía como mediador en los tratos de compras y ventas. Curiosamente esta segunda acepción se aproxima bastante más, en términos metafóricos, a lo que yo hago cuando ejerzo el viejo oficio de traductor. Además de trasladar al idioma español (en mi caso) mensajes redactados en otros idiomas (inglés o francés, en mi caso), sé que tengo que hacer de mediador entre el autor de dichos mensajes y el futuro lector hispanohablante. Trujamaneo (existe el verbo) de lo lindo. Si bien es cierto que no aconsejo directamente al autor en su negocio de la escritura (negocio como ocupación, la acepción más noble), sí lo hago de forma indirecta, sin comunicarme con él, adivinando sus más profundas intenciones (como debe hacer un buen trujamán) literarias. Sólo que, mis consejos, en lugar de consejos, acaban siendo decisiones prácticamente irrevocables.

Al igual que los antiguos comerciantes o altos dignatarios se sabían en manos de su trujamán a la hora de mantener delicadas conversaciones en países extranjeros, pues no podían saber qué era lo que su intérprete estaba realmente manifestando por él y, fundamentalmente, en qué tono, con qué matices, con qué grado de humildad o soberbia, etc…, así, ahora, está en mis manos el autor cuya obra estoy traduciendo. Qué enorme poder. Y, por otro lado, a veces, qué impotencia. Javier Marías, que ejerció como trujamán, lo ha contado muy bien en su libro “Corazón tan blanco”.

También he visto el panorama desde el otro ángulo. Y es una experiencia que ha contribuido a que me tome mi papel de traductor con la mayor responsabilidad. Como autor, sabes que tienes que confiar en el traductor que ha vertido tus escritos al alemán, al inglés, al italiano… Una persona a la que no conoces y a la que probablemente nunca conocerás. Que ni siquiera tú has elegido. Un nombre que aparece en letra pequeñita en la cuarta página del libro. Alguien al que imaginas que tuvo que pelearse con las palabras de la misma forma en que tú te peleaste (con otras, en otra lengua) en el momento de la creación. Más no puedes intuir. Es gracioso ver tu libro escrito en un idioma que no conoces en absoluto. Que no entiendes casi ni una sola palabra. ¿Esto lo he escrito yo? Sí… y no. Por medio ha habido un trujamán. Un negociador de palabras. Alguien que, sin llegar a decírtelo, te ha aconsejado que la mejor forma de decir esto, el mejor modo de transmitir lo más fielmente posible esto otro, es el que él ha decidido.



Porque, como ocurre en tantas otras batallas y amoríos a los que nos enfrenta la vida, la fidelidad es algo imposible. Y seguramente insoportable. La fidelidad absoluta a un texto lo convertiría en algo insípido, aburrido, casi ilegible. Rígido y servilmente falso. Como en las relaciones sentimentales. Un sabio amigo mío dice que la fidelidad es cosa de perros, que los humanos no debemos pretender comportarnos de un modo tan sumiso y predecible. No es que sea un desalmado, no: él propone a cambio el concepto de lealtad. Es la no traición al vínculo en su nivel más acendrado y profundo lo que importa. La no traición, en este caso, a la literatura que engendró el autor. A aquello que, despojado de adjetivos, pronombres y verbos, y de idiomas, queda en el regusto del alma después de haberlo leído.

¿Ministerio de Injusticia?


Leo en las noticias de Google: «Justicia califica de “injustificable” la huelga de jueces». ¿Podría ser un bonito juego de palabras del redactor? Not really. Es la cabecera de la noticia monda y lironda. Si hubiese dicho: «Justicia juzga “injustificable” la huelga de jueces», ya se podría sospechar que el plumilla de turno ha incurrido en la redundancia, o en la reincidencia (para no salirnos del ámbito jurídico-penal) e incluso en la alevosía verbal. No. Es, como digo, el resumen de una declaración del Ministerio de Justicia del día 12 de enero de 2009 ante la anunciada huelga de jueces.

Pero es que para colmo (y me meto ya en el cuerpo de la noticia), lo que realmente dijo el portavoz anónimo del Ministerio, según esta escueta nota, es que «Justicia advirtió de que no accederá a la huelga “injustificada e injustificable”». No me resisto a enmarcar cómo lo hubiera redactado yo:
«Justicia juzga “injustificada e injustificable” la huelga de jueces»
Podríamos también aumentar la tensión gutural que los conceptos de todo lo relacionado con la Ius provoca al pronunciarlos en el español de Castilla (y con suficiente razón, pues a veces con solo oír hablar de la justicia se te ponen de corbata), haciendo una pequeña trampa, bastante extemporánea por cierto (o quizá no), y cambiando una par de letras:
«Justicia juzga “injustificada e injustificable” la juerga de los jueces»
 Como retruécano no está mal: perfecto para incluir en las clases de español para extranjeros y muy adecuado para demostrarle al alumno norteamericano, por ejemplo, que, por mucho que lo intente, nunca logrará pronunciarlo fetén. Podría hasta llegar a ser uno de esos divertidos y sádicos trabalenguas tan populares en las tabernas con turista amistoso dentro. Para que él, si es inglés, se revuelva y te rete a su vez con un contundente: A good cook could cook as much cookies.
Pero es que el nuestro es mucho más que un bonito trabalenguas: tiene más enjundia que estos ejemplos que imagino:
«Aviación Civil califica de volátil el revuelo provocado por la huelga de aviadores.» (o que planean los aviadores) 
«Control Aéreo está en contra de la incontrolable huelga de controladores.» 
«El jefe ejecutivo del ejército no ejerce de ejecutor en los ejercicios fijados contra el eje» (del mal).
¿Por qué digo que aquí hay más tomate? Justamente porque si Justicia no juzga justa, justificada y justificable la huelga de jueces, o la juzga injusta, se podría decir ya simplemente que a Justicia le parece una injusticia lo que los jueces juzgan como justo. Aunque haya otros que van de justicieros, como por ejemplo el PP, que juzguen, por el contrario que Justicia es injusta. O sea que ellos al Ministerio ¿deberían llamarlo de Justicia, o más bien de Injusticia?

¿Qué juicio te parece a ti más o menos justo, o al menos más juicioso?

por Miguel Ángel Mendo

Reflexiones y ocurrencias sobre el idioma (español).