15/3/23

(1) Sobre lenguaje y sexismo


Antes de entrar, bisturí en mano, a retocar y recomponer el idioma a nuestra satisfacción y con cierta pretensión de omnipotencia (la que solemos adoptar como pequeños demócratas en tanto que “usuarios con derechos” en casi todas las actividades donde nos dejan figurar), deberíamos sospechar al menos que cosas tan antiguas y tan importantes como la lengua esconden en su seno, en su estructura, su propia coherencia y consistencia. Una estructura tan compleja y tan esencial en la configuración primigenia e histórica de eso que hemos dado en llamar la Humanidad, con potentes anclajes arcánicos y genéticos pre-natales [1], no debería ser manipulada así como así, por ninguna decisión de grupo de presión, de comité, académica o gubernamental. Como sabemos por tristes y malhadadas experiencias que tampoco se puede alterar a capricho o por momentánea conveniencia el equilibrio biológico de un ecosistema, o sea el manoseado tema de la inoculación de mixomatosis contra el exceso de conejos, la repoblación lucrativa de eucaliptos, o la invasión descontrolada del cangrejo de río.

Más bien habría que buscar las leyes lógicas que sin duda rigen de modo autónomo los fundamentos de una estructura tan profundamente anclada en nuestro funcionamiento pensante, tan compleja, y en el fondo tan difícil de manipular como es la lengua.

Así, yendo a la cuestión, me atrevo a plantear que quizá la tan discutida norma de que en español, “en los sustantivos que designan seres animados, el masculino gramatical no solo se emplea para referirse a los individuos de sexo masculino, sino también para designar la clase, esto es, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos” [2], puede que tenga su razón de ser dentro de la estructura interna de nuestra lengua, más allá de la influencia o imposición de una lógica, una moral y una estética patriarcal que, indudablemente, han existido y aún existen en nuestra sociedad, pero en todo caso incapaz de alterar de un modo tan radical cualquiera de sus fundamentos estructurales.

Veámoslo. 

Y el tema del género, en nuestra lengua, pertenece a esa categoría de elemento sistémico fundamental. Tomo cualquier noticia del diario El País de hoy (“La reforma sanitaria de Obama llega al Tribunal Supremo”), y extraigo un fragmento al azar: “El sistema propuesto por Obama descansa en el principio de que los sanos comparten gastos con los enfermos ante la probabilidad altísima de que los primeros también necesitarán algún día asistencia sanitaria.” Está claro que sería totalmente inoperante, farragoso, absurdo, y sobre todo impracticable, tener que definir los géneros de todos los términos actuantes en un nivel de abstracción en el que todavía no se necesita particularizar.

Lo femenino como categoría de lo arquetípico
Es evidente que al hablar, en nuestro cerebro se establecen oposiciones significativas en diferentes grados de abstracción. Mi hipótesis es que en un nivel de abstracción superior a aquel en que se produce la necesidad de diferenciación de identidad sexual, en un plano de significación más allá del uso de los sujetos particulares, e incluso de la acción, está dispuesto desde tiempos inmemoriales que aquello que corresponde al establecimiento de la máxima categoría, al concepto global, tendría el género femenino como norma, en tanto que lo particular, lo concreto, lo específico (el espécimen) de cualquiera de estas categorías se expresaría de forma aún indefinida en género masculino. Algo así como la distinción que podríamos percibir entre la geometría/el círculo, la pintura/el trazo, la acción/el hecho.

No sé si esta ley (que planteo como hipótesis) puede ser aplicada a otros idiomas, o incluso, en sus orígenes, al lenguaje hablado en general (el problema me supera y me produce vértigo), pero en español se puede observar en un altamente significativo número de casos. Es muy visible con respecto al femenino como asunción de la categoría abstracta superior.

Incluye prácticamente todas las Ciencias clásicas y no tan clásicas, así como sus múltiples ramas: la física (la mecánica, la termodinámica, la f. cuántica, la astronomía…), la biología (la citología, la histología, la anatomía, la bioquímica, la fisiología…), la filosofía (la lógica, la ética, la estética, la metafísica…), la retórica, la geografía, la matemática, la química, la medicina, la geología, la antropología, la economía… Hasta las más modernas: la numismática, la egiptología, la estadística, la epistemología, la genética, la informática… Y entre ellas, sin excepción, aquellas conformadas por sufijos del tipo: -METRÍA, -LOGÍA, -GRAFÍA, -LATRÍA, -TROPÍA, -SOFÍA, -NOMÍA

Las Artes: la poesía o la poética, la música, la pintura, la arquitectura, la literatura, la escultura, la dramática o dramaturgia (el teatro es el lugar donde se desarrolla), la retórica, la fotografía, la cinematografía…

Instituciones
políticas y sociales: la administración, la organización, la educación (la instrucción, la enseñanza, la tutoría, la didáctica, la pedagogía, la docencia, la divulgación…), la cultura, la sanidad, la universidad, la banca, la religión, la legislación, la judicatura, la policía, la milicia…

Formas de gobierno
: la aristocracia, la monarquía, la república, la teocracia, la tiranía, la anarquía, la oligarquía, la democracia…

Emociones humanas
, categorías de estados, de cualidades y sentimientos arquetípicos, de potencialidades…, (incluidos los clásicos pecados y las virtudes: la envidia, la lujuria, la ira… la prudencia, la justicia, la templanza…), la tristeza, la paciencia, la angustia, la esperanza, la melancolía, la fe, la vergüenza, la disciplina, la apatía, la serenidad, la camaradería…, conceptos globalizadores conformados por:
·   Los más de 1.700 términos diversísimos acabados en -ÍA o en -IA y relacionados con todo tipo de sustantivos y adjetivos: la villanía, la falacia, la miseria, la poligamia, la enciclopedia, la comedia, la alegría, nombres de territorios y países: Galicia, Iberia, Alemania, Hungría, Eslovaquia… Desglosándolos, se incluyen en esta lista todos los acabados en -ICIA (nombres abstractos y de cualidad o de acción): la pericia, la codicia, la estulticia; más los que dan idea de colectivo acabados en -LIA : la familia, la Biblia (conjunto de libros), la filatelia…; más los 721 terminados en -ERÍA, formante de nombres abstractos de abundancia, cualidad, conjunto o lugar donde está, se hace o se vende: la palabrería, la galantería, la conserjería… y los establecimientos públicos: la zapatería, la carpintería, la cafetería…); más los que llevan el sufijo -NCIA (532) para formar nombres de acción o de actitud: la abstinencia, la agencia, la anuencia, la benevolencia, la docencia, la elegancia, la apariencia, la insolencia, la procedencia, la violencia, la distancia…, cargo o dignidad: la presidencia, la regencia…, o nombres de cualidad: la prudencia, la correspondencia, la vivencia…; o acabados en -ANZA (127): la confianza, la enseñanza..., o de conjunto: la mezcolanza.
·   Los más de 1.000 acabados en -AD, para categorización de nombres y adjetivos: la normalidad, la ebriedad, la amistad, la bondad y la maldad, la verdad… la dificultad, la libertad, la potestad…
·   Los más de 400 acabados en -EZ o en -EZA:  la absurdez, la rigidez, la grandeza… (genéricos de adjetivos)
·   Los  numerosísimos nombres de acción (es decir, en relación con la categorización de verbos), terminados en el sufijo -IÓN (2.600): la cicatrización, la consolidación, la alimentación, la penalización, la composición, la estabilización… Entre ellos los términos de dignidad o cargo, designando impersonalmente a quienes los desempeñan: la inspección, la representación, la dirección, la legación, o lugar donde se realiza determinada actividad: la fundición…
·   Más de 800 términos acabados en -URA ­con el que se forman artes, actividades prototípicas, formas organizativas, cualidades: la pintura, la agricultura, la hermosura, la estructura…; nombres genéricos de cosa hecha: la confitura; o de utilidad… la abreviatura, la envoltura…; globales de verbos: la andadura, la añadidura, la hechura…, nombres de efecto, de utensilio, de residuos, o de verbos hipotéticos: la metedura, la barredura, la botonadura.
·   Terminados en -ADA : ­sufijo de más de 1.000 nombres autónomos (no participios) de categorización de nombres de abundancia o de contenido con plenitud: la cucharada, la panzada, la riada. A veces, con significado despectivo: la alcaldada, la judiada, la trastada. Nombres con la idea de conjunto, composición o ampliación: la vacada, la llamarada. De comida genérica: la ensalada, la fritada, la limonada. De periodo: la temporada, la otoñada, la invernada.
·   -MENTA o -MIENTA: ­nombres que designan conjunto o clase: la vestimenta, la cornamenta, la impedimenta, la herramienta…
·  Acabados en -DURÍA, nombres de acción, de lugar en que se hace, de empleo...: la pagaduría, la teneduría, la curtiduría, la freiduría...
·   -INA : nombres de relación: la marina, la rutina, la disciplina (de discípulo)..., o que equivalen a serialidad: la cachetina, la azotaina, la degollina...; o de insistencia o intensidad: la regañina, la corajina…
·   Los nombres del lugar en que existe, se produce o se guarda la cosa expresada por el nombre primitivo, terminados en -ERA : la cantera, la escollera, la almagrera, la calera, la carbonera, la lechera, y nombres de conjunto: la sesera. (Estos, aunque tienen un más bajo nivel de categorización, son referencias de globalidad en su ámbito de concreción.)

Esto es sólo ateniéndonos a la formación de sustantivos femeninos mediante los sufijos que hemos visto y otros que aún no he rastreado. Pero hay toda una inmensa nube de términos dispersa a lo largo y ancho del diccionario que poseen ese grado de abstracción y que no necesitan este tipo de desinencias adaptativas: la fe, la luz, la guerra, 
la paz, la vida, la muerte, la salud, la calma, la fuerza...
 

En fin, sería interminable. Pero todas ellas con esa característica común de constituir globalidades, estamentos, ámbitos, estados, elementos contenedores, amplificados o seriados, y de forma abstracta, impersonal, no particularizada.

Como muestra significativa, reforzadora de esta hipótesis, el DUE [3], el prestigioso diccionario María Moliner, para clasificar las entradas y, en su versión digital, para las búsquedas avanzadas, utiliza siete grandes categorías, con sus diferentes subcategorías: etimología, geografía, especialidad, categoría gramatical, registro y valoración y otras categorías. La categoría "especialidad", es decir, el inventario de referencias que indican a qué ámbito de la actividad humana o de los saberes pertenece cada palabra (si cabe ser incluida en alguna de ellas) y que aparecen señaladas al principio de la definición con sus correspondientes abreviaturas, contiene exactamente este listado:
aeronáutica, agricultura, apicultura, arquitectura, artes gráficas, astrología, biología (biología, botánica, zoología), cantería, carpintería, caza (caza, cetrería), cinematografía, construcción, deportes (equitación, esgrima), derecho, dibujo, economía, escultura, farmacia, filosofía, física (astronomía, electricidad/electrónica, óptica), fortificación, fotografía, geología (geología, mineralogía), heráldica, informática, lingüística (fonética/fonología, gramática), literatura (literatura, métrica), lógica, marina, matemáticas (matemáticas, geometría), medicina (anatomía, cirugía, fisiología, psicología/psiquiatría), metalurgia, meteorología, milicia (milicia, artillería), minería, mitología, música, pintura, química, radiodifusión, tauromaquia, televisión, teología, topografía, veterinaria.
Pues bien, excepto tres (deportes, derecho y dibujo), las 63 categorías restantes son del género femenino. Deportes es un mero listado de competiciones deportivas (supongo que hubo académicos que practicaban apasionadamente equitación y esgrima), sin significar una real conceptualización. Y en realidad derecho podría o debería quizá ser sustituido por justicia, jurisprudencia o legislación. Y dibujo por gráfica o ilustración, que son más genéricas.

Lo masculino como agente y oficiante

Así, sostengo que se trata de una ley pre-gramatical tan netamente establecida en nuestra estructura lingüística y oratoria que si tuviéramos que inventar el nombre abstracto referido a la desconocida (e inexistente) acción de ‘somilar’, por ejemplo (verbo inventado), o a ‘el somilo’ y ‘la somila’ como nombres propios, o a ‘somil’ como adjetivo, diríamos seguramente la somilación (acto), y la somilatura (actividad), la somilez (cualidad), la somilancia o somilanza (efecto), la somilía o la somilidad (cualidad, esencia) o la somiladuría (lugar de actividad), la somilada (de abundancia o de temporada) o la somilera (almacén o recipiente).
Aquí viene la parte espinosa. Porque se puede argüir que también disponemos de formas de conceptualización en masculino: el somilamiento, el somilor, y en un grado mucho menos relevante, el somilado (dignidad o jurisdición), el somilio (lugar de ejercicio), el somilaje (de ponderación y acumulación)…


Lo que sucede es que los nombres de acción en masculino, fundamentalmente los que terminan en -MIENTO (más de 1.200), más que expresar un concepto genérico, fijo y permanente, global e inalcanzable (como sucede con los términos femeninos), representan un proceso, es decir, la expresión pura de la actividad que indica el verbo del que proceden. Están en un nivel de abstracción más próximo al de la acción, impregnados de su dinamismo en razón de su mayor cercanía al momento en que transcurre el hecho o el suceso que se cuenta. Para mí son una especie de “cristalización” o representación nominal del gerundio.
Se percibe muy bien esta diferencia cuando estudiamos casos en que disponemos de las dos variantes, la masculina y la femenina. Por ejemplo:

el poblamiento – la población
El poblamiento es la acción de poblar un lugar específico, mientras que la población es el acto genérico de poblar, en abstracto, aunque después haya derivado también a significar lugar ya poblado, en todo caso lejano ya en el tiempo a la acción, o mejor dicho, independiente de ella.
el recibimiento – la recepción
Aquí sucede algo semejante. El primero hace referencia a un proceso, en cambio la segunda es ya un concepto puro, que más modernamente, como sustantivo más terrenal, significa una acción acabada (una vez que se haya recibido lo que sea), o una dependencia, o una ceremonia, o una fiesta de etiqueta.
el profanamiento – la profanación
Ídem. Profanamiento es el acto, profanación la noción en toda su potencia. Hay en la segunda una mayor abstracción.

Donde más claramente se comprueba es en:
el (a)justiciamiento – la justicia
Justiciamiento y justiciar son términos antiguos que todavía se usan en Latinoamérica.

¿Pero qué decir de otros lemas aparentemente autónomos y sin formas categóricas superiores que aparecen en masculino, como por ejemplo el pensamiento? No tenemos en castellano una palabra femenina para el concepto prototípico contenedor del ‘pensar’. Así y todo, ‘el pensamiento’, aunque también se utilice corrientemente como representación autónoma e impersonal de la idea, (como en “el pensamiento occidental”), mantiene en su sonido las características subjetivas y contingentes, las connotaciones de dinamismo que evoca el sufijo -miento. El francés sí tiene ese nombre abstracto femenino (la pensée), y rebuscando, he encontrado que en sefardí ‘el pensamiento’ se dice la pensada: “Sus ovras orientaron la evolusion de la pensada en el Oksidente” (hablando de Avisena, Farabi, Averroes y otros filósofos) [4]. Luego, es más que probable que en castellano antiguo se utilizase también la pensada, aunque no sabemos por qué ha desaparecido.

(continúa en la entrada siguiente)


[1] Chomsky postulaba la existencia de un dispositivo cerebral innato (el "órgano del lenguaje"), que permite aprender y utilizar el lenguaje de forma casi instintiva. Comprobó además que los principios generales abstractos de la gramática son universales en la especie humana y postuló la existencia de una Gramática Universal. (Wikipedia)
[2] Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española (2005) Diccionario panhispánico de dudas, Espasa Calpe, Madrid
[3] Diccionario de Uso del Español. Edición electrónica. (Versión 2.14.1) Si no especifico otra cosa, todas las referencias gramaticales las he sacado de él.
[4] http://www.esefarad.com/?p=20080 

12 comentarios:

  1. Antonio Lafuente5:35 p. m.

    Muy de acuerdo Miguel, hablando del castellano. Puede quedarnos la duda de si esta argumentación sería válida también para otros idiomas, ya que en el inglés creo que no se producen esa clase de conflictos entre lo femenino y lo masculino en cuanto al género. También tengo dudas en la correcta aplicación a funciones que históricamente no fueron permitidas a la mujer, por ejemplo la Justicia, la Medicina o la Arquitectura. ¿Es incorrecto decir jueza, doctora, o arquitecta?, y si lo es ¿porqué no lo es cocinera, enfermera, o profesora?

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    1. Lo de comprobarlo en otros idiomas me sobrepasa. De hecho, hasta en castellano me sobrepasa. Llevo una semana encerrado tratando de demostrar lo que he dicho con más datos lingüísticos y, aunque mi intuición es fuerte, no lo consigo.
      No sé lo que es correcto o no. Muchísimos nombres tienen los dos géneros (hay flexión en el sustantivo), y supongo que otros, que no los tienen, se podrían forzar un poco, si ese es el empeño. Lo de 'miembro' y 'miembra' ya suena francamente mal.
      Lo que sí intuyo es que al decir 'los jueces' en masculino se está incluyendo a los jueces y a las juezas (si no casi no podríamos hablar seguido), compensando, o mejor dicho, en contraposición a que 'la judicatura' es el concepto abstracto femenino, y que esa operación mental es una función psicolinguística posiblemente ancestral. Que eso se puede comprobar en otros idiomas más claramente, me encantaría. Que en inglés no se da, me supera enormemente, porque no tengo ni idea de cómo ha podido crearse o evolucionar ese idioma en tiempos hiperprimitivos.
      La norma para el español establece que "el género masculino es la forma no marcada o inclusiva". O sea, "Cuando hay referencia genéricas o colectivas a seres humanos basta el masculino para designar los dos sexos" (dice Manuel Alvar), en tanto que el de sexo femenino, que es la forma marcada, hay que especificarlo. Yo solo busco una explicación a ello que no sea tan simple (o tan poco estructuralista, mejor dicho) como el machismo o el patriarcado (que es real y evidente en otros aspectos). Y si no la encuentro tendré que tragarme lo que he dicho y borrar la página.

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    2. Pero, a simple vuelapluma, te podría decir que en inglés también funcionan así las cosas. Fíjate en esta institución, por ejemplo: "Convention on the Rights of the Child" Convención sobre los derechos del niño. No se refiere solo a los niños varones, claro. Con respecto a lo que dices tú, lo tienen más claro, han eliminado los géneros en el artículo, es cierto. Pero fíjate en este fragmento de la letra de Maggie Mae, de los Beatles: "Oh, the judge, he guilty found her
      of robbin' the homeward bounder". De acuerdo, 'the judge' es el juez y la jueza, pero luego resulta que se conjuga como 'he', él. Bueno, tal vez el juez de la canción era un hombre, y McCartney lo sabía. Pero ¿qué me dices de esta frase, tomada de una página donde se explica cómo comportarse ante su señoría en un juicio?: "If you continuously interrupt the judge, he can excuse you from the courtroom." Lo políticamente correcto sería decir: "If you continuously interrupt the judge, he or she can excuse you from the courtroom." Y ya está el follón.

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    3. ¡Por favor!, ni te tragues lo dicho ni se te ocurra borrar la página, porque entonces todos (y todas) perderíamos el placer de leer a alguien que está dispuesto a regalar su tiempo a cambio de nada. Yo sugeriría que dejemos correr la pluma y las palabras de forma fluida y natural, y que cuando alguna de las dos se niegue a escribir o a pronunciarse, les hagamos caso, porque seguramente estarán más cargadas de razón que las normativas temporales.

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    4. Hay un ejemplo de estupidez humana sobre este tema que he vivido personalmente. Hace pocos años, algún o alguna lumbrera tuvo la ocurrente idea, para compensar el supuesto abuso masculino en el genérico, de cambiar las siglas APA (Asociación de Padres de Alumnos) por las de AMPA (Asociación de Madres y Padres de Alumnos) debido a la mayor participación de la mujer en estas asociaciones de la enseñanza. Aunque si hubiera llevado –el tal o la cual lumbrera– la aplicación hasta sus últimas consecuencias, debería haberla denominado AMPAA (Asociación de Madres y Padres de Alumnos y Alumnas), ya que ni siquiera los entes jurídicos oficiales del Ministerio de Educación jamás llegaron a desentrañar las siglas AMPA como "Asociación de Madres y Padres del Alumnado". Durante tres años fui presidente de una de estas organizaciones a las que nunca nadie se atrevió a denominar coloquialmente "La AMPA" sino "El AMPA", cosa que aún causaba más cachondeo en multitud de receptores de ambos sexos cuando tenía que dirigirme telefónicamente a alguien por algún asunto interno de la asociación. Mi frase de arranque, "soy el presidente del AMPA..." solía causar bastante hilaridad por no decir "coña" o "descojone" de las partes al otro lado del hilo telefónico antes de poder concluirla con: "...del Palo" (que no bate de bésibol). Y después, también. No quiero ni pensar que hubiera ocurrido si mi función, en lugar de ejercerla en el "Instituto de Enseñanza Pública del Palo", lo hubiera sido al servicio de un Instituto privado que en vez de haber tomado su nombre del popular barrio marinero de Málaga, lo hubiera hecho de una sofisticada ciudad americana como Chicago. Mi contundente frase "soy el presidente del AMPA de Chicago" me hubiera conducido tarde o temprano ante alguna autoridad judicial en lucha contra las mafias de todo el mundo, o como mal menor, algún gracioso de ambos sexos me hubiera contestado: ¡de qué vas Capone!

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    5. Genial. Divertidísimo. Así están las cosas. Has explicado muy bien ese síndrome de "usuarios con derechos" que decía yo en el artículo. Aunque no tiene mucho que ver con el tema de los géneros (pero sí con lo gramatical), me recuerda a una vez, hace años, que participé en un Congreso de Psicología sobre la delincuencia que se celebró en Las Palmas (yo colaboraba entonces en una ONG que intentaba mejorar el trato y las condiciones de cárceles y barrios marginales), y cuando llegamos habían llenado las calles de carteles, y hasta habían plantado una enorme pancarta colgante sobre la avenida principal que decía "CONGRESO DE LA DELINCUENCIA". Los palmenses estaban sobrecogidos: ¡Joder, que nivel! ¡Ya hasta los mafiosos hacen congresos! Lógicamente los retiraron todos al día siguiente.

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  2. Por fin creo que voy por buen camino. Aporto datos. He actualizado la página, y la presento dividida en dos entradas consecutivas, porque el texto es muy largo.

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  3. Bien. Irrefutablemente abrumador. Descansa al fin.

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    1. Gracias Antonio. La verdad es que me ha encantado currármelo. Pero tengo que hacer otras cosas, si no seguiría.

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  4. Hola compañero. Lamento decirte que estoy completamente de acuerdo contigo, un idioma es un ser cuya evolución obedece a pequeñas y sucesivas catástrofes y no a nuestros bienintencionados deseos... lo lamento porque coincidir con un cenutrio como yo no es cosa sana... no señor.

    Un abrazo fuerte

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  5. Maria Rativa3:07 a. m.

    Hola!!!
    Te habla María de colombia! (Una nena de 21 años)
    (No leí tu texto) (prometo leerlo al terminar de redactar el mensaje)
    pero... quisiera saber cuanto me cuesta que me hagas un cuento con 5 monstruos, en el que hayan informes financieros y poco tiempo para leer y que justo cuando encuentras un domingo libre para leer entras a la biblioteca y pum! tomas un libro y pum! no puedes parar de leer y pum! quedas preguntándote que habrá pasado con Matías y con Chelo... acurrucada en una silla balanseandote lentamente.....

    Lentamente.....

    Muchas Gracias por tu libro!

    Gracias por el Domingo lleno de adrenalina pura....

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    1. Gracias a ti, María, por este divertido y original comentario sobre mi querida novelita "Por un maldito anuncio". Me encanta que te haya gustado. Solo por eso mereció la pena escribirlo. ¡Salud!

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por Miguel Ángel Mendo

Reflexiones y ocurrencias sobre el idioma (español).